La Liga latinoamericana de Artistas es un movimiento creado desde 1990 por Alonso Jiménez, con una orientación filosófica clara, existir en plena y total libertad de creación y expresión. El colectivo opera desde varios países, especialmente en el campo de la plástica, la poesía y el ex libris, sin embargo, se muestran caras diversas del arte, vinculándose necesariamente a otras artes como el teatro, la danza y la música, sin recurrir a patrones lógicos, ni estructuras rigurosas.

LIGA LATINOAMERICANA DE ARTISTAS

Quien se acerque cuidadosamente a estas páginas, podrá advertir los atributos generosamente expuestos en ellas, sin otra pretensión que mostrar la diversidad y el aliento de las distintas artes.

A parte de la plástica, la virtud de la palabra emerge con un espíritu no empañado de vanidad; podría decirse que este es un ejemplo de personas liberadas de lo verboso, no por medio de máscaras, sino con el ejercicio de ir a la idea para beber de ella su signo preciso y aplicarlo a las rarezas del verso con influjo y dominio de la soledad, la música, las ausencias o los reencuentros.

El sentido de lo vital se funde en la desnudez de la imagen y en la carne de lo lírico, pero para ver este acto es necesario tener un consecuente afán de sentir cada letra, cada mancha o cada línea, así, usted podrá darle el nombre exacto a este atrevimiento poético. Quisimos excluir lo innecesario y dar cabida al valor de la naturaleza afectada por la emoción de un poeta o un pintor, llamados también a desentrañar y a curar en parte, la fatiga de la humanidad.

Alonso Jiménez.


(Tomado de Antología de Poesía colombiana. Liga Latinoamericana de Artistas. 2009)

domingo, 11 de agosto de 2013

Un cuento y un poema de Ingrid P. González


BAD RELIGION

Ya…creo que me cansé.
No vuelvas a llamarme, por favor. No te imaginas el color naranja que sube a mi frente cuando la bocina del celular escupe tus celos reprimidos y me pone al descubierto, entonces todos se ríen de mí. Espero comprendas que no es lo mismo humillarme ante tus rodillas pálidas que frente a mi espejo todas las mañanas.
Te voy a devolver todas las colonias que me diste…No creas, yo sabía que no te gustaba mi olor natural; además debo confesarte que los señores Perri, Hugo y Ralph fueron a posarse sobre el pelo del perro, ése, el que una noche te rompió las medias de seda y entonces me juraste una muerte al sexo. En verdad estabas bravísima. Cosa que ahora ya no me altera, desde que por ser una idiota coincidencia tu mejor amigo estrelló tu carro contra el mío y tú me recomendaste visitar al oftalmólogo. Pero sabes que eres muy sabia… ¡Que man tan ciego al querer estar contigo!
Yo nunca odie tu silencio. Y si te miraba la espalda no significaba que tus chillidos se los tragara tu muda lengua, créeme. Solamente no te daba la cara porque yo bien sabía que llorabas por otro. Sí, sí…desde siempre lo supe, no te dejé porque detesto las sabanas frías. Tú sólo sabes cuánto.
Pero sería un completo mal agradecido sino aplaudo tu spaghetti, aunque me sabe igualito al del restaurante que está cerca de tu trabajo. ¿En verdad alguna vez me cocinaste otra cosa que no fueran las bolas? ¡Ah!…Allá tu y mi cocina.
Entonces, y por si las matemáticas no te dejan pensar en otra cosa que no sean sus números, ––señora finanzas–– para que entiendas, me estoy echando de tu vida. ¿Sabías que para eso no se necesita tocar platillos ni hacer una carta de invitación?
Si, nena, close tu boca.
Otra cosita. Yo no soy tu dios ni tu néctar ni tu chofer ni tu botones,  ––¡malditas tardes de cargar bolsas por todo el centro comercial!–– mucho menos tu mortal. Recuérdame como tu peor creencia, como la bad religion que te sacaba hasta la última gota de fervor, éxtasis y rabias, ––dinero también–– ahora mismo que te arrepientes de haberme dedicado aquella canción de ese grupo mexicano.
Acuérdate también cuando llevabas mis pasos hacía ese montón de gente con ínfulas áridas y te dirigías a mí no precisamente como tú “cielito”; vomitabas mi nombre secamente, llamándome como tu sirviente, presentándome como si fuera la persona conveniente en tus contactos, mostrándome como tu manager. ¡Ja! Y yo únicamente iba para probar los cócteles y mirar piernas educadas…
Ahora también te voy a admitir cada una de las cosas que sospechaste de mí. Mándame al carajo, acúsame de ladrón, de aprovechado, de promiscuo, de llorón, de inmaduro, porque de todo eso tú eras la razón. Ya lo he oído de tu boca. Pero sólo quiero tus disculpas y mis razones sean validas antes de sacarme completamente de tus deseos. Y como siempre tú no quedes mal.
También tienes mi autorización para expectorar sobre mi fama las veces que quieras. Nunca me ha importado escupir hacia arriba.
Finalmente y para no terminar esto en una demanda por calumnia, voy a decirte que, honestamente cuando te hallé no sabía por qué, ahora no sé dónde ponerte.
¿Cabe tu ego en mi bolsillo?


El hombre que quieres electrocutar con el secador,
Abri1 19 de 2004. Bogotá Colombia


***


Preámbulo para un recuerdo
Hasta el amanecer de esta muerte inmediata,
celebraré
el sueño bendito, la luz acogedora.
Entonces
beberé de la copa roja,
del líquido negro y su lenguaje oscuro.
traerás a mis espaldas
una oración de amado peregrinaje
con la inocente suplica
de tus manos manchadas y pérfidas.
También acomodarás
en el fondo de atónita hermosura
una vela de llama azul,
que engrandezca mi partida inmediata

y te recuerde el olvido que seré.





Ingrid P. González
Nació en Bogotá, Colombia (1990). Cuentista, cronista y algunos dicen que poeta. Ha realizado estudios sobre creación literaria en el Taller de Crónicas Barriales (2007) y en el Taller de Escritores U. Central (2009). Actualmente participa en el Taller Virtual de Escritores (Fund. Gilberto Alzate Avendaño y U. Central) mientras  cursa un pregrado en la Universidad Pedagógica Nacional.
Primer puesto en el concurso de ensayo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño con el tema “Literatura, cultura y paz en Colombia” (2007). Jurado en el Concurso de Cuento, Poesía y Artes Gráficas del SENA (2009). Ha publicado crónica en la Antología de Crónicas Barriales y en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango (2007), como poesía en la revista Gavia (U. Distrital, 2009).
Invitada a diversos recitales como: Recital Internacional de Poetas Jóvenes (Primer Festival del Libro); Recitales I, en el marco del Primer Encuentro de Artes Jóvenes Latinoamericanas (2009); “La palabra tiene la palabra”, U. La Salle y Fundación en Arcadia Ego; y Narrativa Última, Grupo Caterva (2009).
Parte del Grupo Remington y redactora de la revista Palabrero Virtual, así como del equipo de redacción de Recitales Góticos Bogotá.  

LA TRISTEZA DE DIOS

Omar Ortiz*

Una de las preguntas que plantea este poemario de Omar Garzón tiene que ver con si es cierto o no que Dios pueda derramar lágrimas como cualquier mortal. Si la divinidad llora, ¿lo hace por nosotros?, ¿por ella misma?, o simplemente como decía la abuela del poeta es un llanto que pretende consolar nuestras humanas congojas, nuestro vacío frente a la inexorable muerte. Son interrogantes que tan solo se pueden responder desde la poesía, porque contraría a la fría, veraz, objetiva estadística que nos cuantifica la barbarie, que nos numera de cuantas maneras podemos darle salida a la bestia que nos habita. La poesía, nos documenta la forma como entramos en la muerte, nos ilustra el mapa de nuestras calles  sembrado de manos y de tripas. Basta leer Testimonio no documentado sobre Chengue.
Por eso es importante la voz de los poetas, porque son ellos los testigos lúcidos de la sombras, de esa sombra esquiva ya que ni siquiera tu sombra te acompaña porque la dejaste atada a otra sombra que pasó desprevenida por el parque. Pero también son los privilegiados de la luz, de un efímero destello que se imprime en las huellas de un vaso vacío. Ese objeto que acompañó a Darío Betancourt Echeverry, natural de Restrepo, Valle, antes de ser desaparecido por los asesinos. Sí, la ausencia también puede acompañar desde un cortejo de luciérnagas.
Tal vez los poemas de Garzón no sean los de un poeta que pretenda contar con un público que busque en la poesía la tan maltrecha belleza o la perfección formal de los versos. Porque sus poemas están hechos desde una contenida furia que no puede hacer concesiones de porcelana frente a una realidad que violenta día tras día nuestra percepción hasta llevarnos a pensar que volar por un segundo o colgarte de las nubes por un instante son las únicas formas de abrirte paso entre la niebla. Pero sin duda es una voz con un contenido altamente poético que se aferra a la poesía para sobrevivir, como leemos en Lo que me salva es la noche lenta donde nace el verso, Aquí estoy de nuevo, aferrado a este árbol que nace entre raíces de cal; a este que detenta en cada hoja la pupila de mis ojos; a este que da nacimiento a mi canto entre vientos de la noche. Aquí estoy, con el rostro en las rodillas, pensando en otra ruta, buscando otra salida. (…) Alguien que da vida a un árbol, que acaricia cada uno de sus frutos y encuentra refugio al abrigo de su sombra, no puede colgarse de sus ramas.
Tenemos a mano un libro de poemas, no de versos, menos de canciones, un libro, que como el fuego puede alimentarnos o consumirnos. Los que se atrevan por sus páginas no serán nunca favorecidos de los dioses.


*El texto anterior fue escrito por Omar Ortiz a manera de presentación del libro Flores para un ocaso el cual se publicará en octubre próximo.

*Omar Ortiz Forero (1950) es editor, gestor cultural, poeta y profesor. Abogado de la Universidad Santo Tomás.


Cuadro Calígula del antropólogo y 
artista plástico colombiano Alonso Jiménez.

sábado, 10 de agosto de 2013

Poemas Eve Violeta Gauna Piragine


EL DULCE DOLOR



Eran otros tiempos
donde el beso enardecía los sueños
y las palabras se alimentaban
de largos silencios.
Labios mudos que llenaban los espacios
con caricias que nunca preguntaban.
Desnudos de recuerdos
en una entrega más allá del pensamiento
condenados al pecado
que peca por inocente, por devoto
a la  pureza simple del amor.
Atrapados, perplejos
entre una sonrisa y una lágrima
que desprendían
la intensidad del instante
mientras la verdad y la idea
batallaban con nuestras realidades.
Los huesos de lo que fuimos
no descansan en paz.



LA ÚLTIMA LIBERTAD




Hoy he renunciado
a todas las luchas
para ser una voz errante
huérfana de batallas.
Abandono un mundo
que me abandonó hace tiempo
donde fui solo pasos
mendigando caminos.
He comprendido
que fuera de mi
no hay donde llegar,
que las paredes mienten encierro
porque la libertad
no se mide en metros,
y que el universo entero
puede ser una brutal cárcel.